El Carnaval

Esperamos un día luminoso sobre la pista callejera, y así, los disfraces más variopintos desafían a un sol que, por común ya, ha dejado de ser impropio. Los padres van y vienen animosos, con las pequeñas ilusiones de la vida, con los dolores de antes de ayer pegados a los huesos, con las ropas llenas de faena. Y esas verdades que están hoy apartadas en los rincones de las almas, volverán de nuevo a apoderarse de las rutinas de la fiesta.

El Carnaval no es más de lo mismo; sino más bien al contrario, porque sobrepasa con mucho en solera y antigüedad a sus presuntos competidores, por la vinculación al calendario religioso, la singularidad sin parangón de sus disfraces, el ademán lúdico y burlesco ante el orden establecido, poniendo en solfa sus respetabilidades sin dejar títere con cabeza. Todo ello en clave humorística de bullanga y alegría, involucrando en el rollo a todo el vecindario: niños, jóvenes, mayores, abuelos y, como antes se decía, militares sin graduación.


Galería de imágenes.

Espectáculo total en las calles de las ciudades, inmersas en el planeta de los disfraces.

 


Arraigada esta tradición en una fiesta de origen pagano, cada año se renueva la ilusión y la alegría en numerosos lugares de Granada por vivir esta costumbre. 

Es el caso de municipios como Alhama, Loja o las comarcas del norte de la provincia. A la alegría de sus calles, se suma a la tranquilidad de sus caminos y de los campos dormidos en el frío invernal.  



Webgrafía                                              Historia

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Lorena Moreno
El Carnaval de Granada, una fiesta reducida actualmente al mínimo común múltiplo, resurgió con fuerza en el Zaidín tras su prohibición durante el franquismo. Todavía hoy el barrio es una de las pocas zonas de la ciudad donde se sigue celebrando.
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